Ayer llegó el día de despedirme de Estambul.
Difícil hacerlo cuando desde el primer día que vine a esta ciudad, la ciudad me hizo sentí como si estuviera en casa.
Mi vuelo salía a las 4:30 de la tarde, así que me desperté temprano para salir a dar una última vuelta por mi barrio favorito Kadiköy.
En el mercado los trabajadores ponían la fruta y vegetales en las estanterías mientras les ponían agua para que se mantuvieran frescos. Por el otro lado, las pescaderías ya tenían unos cuantos clientes esperando (así como una o dos gaviotas rondando).
Me senté en un café a lado del mercado para tomarme un çay mientras observaba a la gente ir a sus trabajos desde el muelle en donde llegaban en ferry. Así como a un grupo de turistas griegos que tomaban fotos de la Iglesia cristiana ortodoxa que está en el centro de Kadiköy.
Dieron las 10 de la mañana y me dirigí a mi piso, en donde recogí mis maletas y limpié un poco para dejar todo en orden.
Begüm y su hermano pasaron por mí, y partimos hacia el aeropuerto de Estambul.
El aeropuerto es enorme, reflejo de las políticas de ‘traer de vuelta la grandeza Otomana’ de Erdogan. Y lo mas impresionante es la mezcla entre Oriente y Occidente que se puede ver en las personas que lo transitan y en la comida que puedes comprar.
En la cola para documentar, hable un poco con Susy. Una iraquí de Basrah que vive en Londres y que iba a Bali a visitar a una de sus hijas que estaba de vacaciones. Me contaba sobre lo importante que era la religión para los iraquíes, que tienen un país devastado y su religión es lo único que les queda.
A las 4:30, como estaba previsto, nuestro vuelo despegó de Estambul. Con sentimientos encontrados me despedí y agradecí a esta ciudad que siempre me acoge con los brazos abiertos.
Tomé una pequeña siesta en algún punto sobre Turquía, y cuando desperté me di cuenta que ya sobrevolábamos Afganistán y estábamos a unos 78 kilómetros de Kabul.
No pude no pensar en la historia reciente de este país y los millares de personas que han huido del régimen talibán y la pobreza.
En unas cuantas horas dejaría atrás esta región para estar comiendo un Pad Thai en mi nuevo destino. No sin sentirme tremendamente afortunado.

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