Nuevos comienzos

A mediados de cada Noviembre, en Tailandia se celebran dos festivales para despedir la temporada de monsoon (o temporada de lluvias), dejar atrás las energías negativas y visualizar un futuro alegre.

El primero y más famoso es Yi Ping, en donde miles de personas se reúnen para encender linternas (o khom loi) y dejarlas ascender hasta el cielo.

El segundo es Loy Krathong, en donde las personas dejan linternas flotantes en el río y la corriente se las lleva lentamente.

Estando en Chiang Mai, Begüm y yo no podíamos no estar presentes en el festival, y vaya que fue una aventura.

Yi Ping se celebra a las afueras de la ciudad, en los lagos de Doi Saket, así que necesitábamos buscar un transporte.

Afortunadamente tenemos una buena cantidad de amigos en la ciudad quienes nos conectaron con un grupo de turistas que estaba organizando el transporte para 12 personas, y todavía tenían espacio para nosotros.

Nos dirigimos hacia el punto de encuentro el sábado 15 para estar ahí a las 4pm que es cuando nos quedamos de ver con el resto del grupo.

Ahí conocimos a Leila, una brasileña que vive en Dublín. A Matthias, un profesor alemán de Frankfurt que da clases en línea. A Maeva, una española de Barcelona que ha vivido toda su vida en California. A Sabina, una checa que estaba viajando por dos meses en Asia. A Josh, un estadounidense de Los Ángeles que vivió muchos años en San Cristóbal en Mexico y con quien hicimos buena conexión.

Nuestro transporte era una especie de coche adaptado para llevar gente en la zona de carga. El conductor era un tailandés super simpático que hacía bromas todo el tiempo, se tomaba fotos con nosotros, y se aseguraba que estuviésemos cómodos.

Llegar a los lagos es algo impresionante: miles de linternas volando hacia el cielo, personas abrazadas, niños cerrando los ojos pidiendo un deseo, luces de colores que adornaban los alrededores, y todo con la puesta de sol de fondo.

Entre todo el meollo me encontré a mi amigo Jonás, un noruego que conocí en Bulgaria y con quien viajé de España a Brasil hace un año en un crucero. También nos encontramos a nuestra amiga Michal con quien habíamos desayunado el viernes.

Begüm y yo nos dirigimos hacia el puesto que vende las linternas y compramos una por la cual pagamos 50 bahts (1.20 euros).

Caminamos hacia el borde del lago, observamos cómo encendían las linternas las demás personas para asegurarnos de que lo estábamos haciendo correctamente.

Encendimos la linterna, esperamos un minuto sujetándola mientras el calor se acumulaba en su interior, cerramos los ojos y pedimos un deseo, despidiéndonos y agradeciendo todo lo que dejamos atrás, y soltamos las manos.

La linterna subió lentamente, primero de manera solitaria, y después, se unió a las demás linternas que subían hacia el infinito.

Por nuevos comienzos.

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