El camino a Malasia

Llegó el día de partir, habíamos estado un mes en Krabi disfrutando y estábamos listos para nuestro próximo destino.

Nos despertamos temprano para desayunar. Nos despedimos de nuestra anfitriona Noree y de las cocineras y les agradecimos tan increíble estancia. Sin duda volveremos.

El coche que nos llevaría a la frontera con Malasia llegó y a las 8am nos fuimos.

Fueron 5 horas de camino, en donde pudimos ver como la vegetación se hace cada vez más verde conforme te acercas a Malasia.

Malasia es básicamente un bosque tropical y desde el sur de Tailandia lo empiezas a notar.

Llegamos a la frontera de Padang Besar y pasamos el control de pasaportes Tailandés. Ahí nos dijeron que teníamos que caminar ‘más adelante’ para poder llegar al control del lado malayo.

Caminamos y caminamos pero solo había una linea de coches y autobuses. En el camino vimos a una turista y nos dijo que siguiéramos caminando por la calle en medio de los coches.

Así lo hicimos, y de repente empezó a llover y no veíamos el fin del camino. Estábamos atrapados en medio de coches y nadie nos decía nada.

Vimos a otro turista que iba hacia donde nosotros íbamos y lo seguimos, y por fin pudimos encontrar la aduana malaya.

Entramos a Malasia y fuimos directo a la estación de trenes.

Lo primero que puedes notar es que Malasia es mucho mas moderno que Tailandia. Mientras que en Tailandia se siente una libertad sin frenos, Malasia es conservador y ordenado.

A las 3:30pm salió nuestro tren a Penang.

Al principio me sentí un poco raro en el tren, la mayoría de las personas eran musulmanas y nosotros éramos los únicos que decíamos a gritos que éramos turistas con nuestros pantalones cortos y nuestras maletas. Solo había otro par de turistas asiáticos, pero el resto era gente local y algo humilde.

En algún momento decidí romper el hielo y hablarle a una joven que llevaba un velo, le pregunté sobre nuestro destino y me confirmó que era el tren correcto de manera muy amable usando su teléfono y el traductor de Google.

Por otro lado, unas señoras le ofrecieron a Begüm dátiles que llevaban. Y ahí se me quitó cualquier tipo de incomodidad.

No habíamos comido y estábamos cansados después de un viaje largo. Después de 2 horas y media en el tren, llegamos a la estación de Butterworth.

Caminamos hacia el puerto y tomamos un ferry que nos llevó a la ciudad de Penang.

En esta ciudad íbamos a descubrir una verdadera joya.

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