Caminar por las calles de Singapur es sentir que estás en Londres pero en Asia.
Todo está ordenado y limpio.
Por todas partes hay señales de lo que está y de lo que no está permitido hacer, como por ejemplo masticar chicle o cruzar la calle fuera de un paso de peatones.
El idioma oficial es el Malayo, pero también son oficiales el Inglés, el Tamil, y el Chino Mandarín. Todos reflejo de su historia colonial y de inmigración.
Su posición geográfica, importantísima para el comercio marítimo mundial entre Asia y Europa, catapultó a Singapur a ser una economía muy rica.
Su gobierno ha invertido mucho dinero en la educación y en la salud de sus habitantes, teniendo a algunas de las mejores instituciones educativas y hospitales del mundo en esta micro-nación.
Begüm y yo caminamos por la bahía, en donde puedes ver el distrito financiero lleno de rascacielos que me recordaron a Canary Wharf en Londres.
Después seguimos hacia Marina Bay en donde hay tiendas como Louis Vuitton o Apple cuyas entradas están debajo del agua.
A las 7:45pm fuimos a Gardens by the Bay, unos jardines con plantas artificiales purpuras que parecen salidas del futuro. A esa hora hacen un show de luces con música y en donde mucha gente se reúne para verlo.
Para cenar fuimos a un mercado a cielo abierto y comimos unos tallarines. Singapur tiene una cocina muy variada similar a la de su vecina Malasia.
De noche volvimos caminando al hotel, y lo cierto es que la seguridad que se siente en Singapur la había vivido en muy pocas ciudades. Básicamente no existe la inseguridad y no existe la basura en las calles.
Singapur lo sentimos como un destino PG-13, en donde no te tienes que preocupar de mucho, siempre y cuando tengas la billetera abultada por que es una de la ciudades más caras del mundo.




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