El Wabi-Sabi japonés

Nuestro primer día en Tokio fue lento. 

Habíamos tomado el vuelo de medianoche desde Singapur y aterrizamos alrededor de las 6:30 de la mañana en el aeropuerto de Narita, a las afueras de la capital japonesa.

Estábamos agotados, así que para recuperar energías nos tomamos una siesta de un par de horas en el hotel y despertamos a las 2 y pico de la tarde.

En Japón -al contrario del Sudeste Asiático (con la excepción de Singapur)- todo está bien organizado y es muy fácil desplazarse por sus ciudades, por lo que decidimos ir a dar un paseo y buscar algo de comida.

Las calles limpias, los coches desplazándose lenta y cuidadosamente dandole preferencia al peatón, el clima fresco pero no frío, la temporada de sakuras rosadas en todo su esplendor. Viniendo de Indonesia, parecía que estábamos en otro planeta.

Mi cuerpo y mi mente me agradecían no tenerlos en alerta de manera constante y buscando peligros.

Cerca de nuestro hotel, en el céntrico barrio de Roppongi, encontramos una típica taberna japonesa en donde te sirven varios platillos en platos pequeños -uno de los secretos para una vida larga de los japoneses, del cual hablaré en otra entrada de mi blog-.

Su plato estrella son las gyozas recién hechas (una especie de empanadilla cocida rellena de carne), así que pedimos una ración de gyozas y unos tomates en salsa de cacahuate (por fin podemos comer verduras frescas!), arroz blanco, y un par de tés de oolong. 

Cuando llegó mi té, me di cuenta que mi vaso estaba roto, por lo que llamé al mesero y le pedí que me cambiara el vaso. 

Muy amablemente me dijo que claro que me lo podía cambiar, aunque me explicó que en Japón se considera que entre más usado y roto, valor de un utensilio aumenta.

Al final me quedé con el vaso original, y también me quedé con la idea de lo que me había dicho.

Esa misma noche me puse a investigar y aprendí sobre la corriente budista zen de ‘Wabi Sabi’.

El Wabi Sabi nos dice que la perfección es algo creado por los humanos, mientras que lo imperfecto es aquello creado desde la naturaleza. 

Y esto se refleja en el tremendo respeto de los japoneses hacia sus adultos mayores: entre mas mayor, mas valor ha adquirido por su sabiduría y experiencia.

Wabi Sabi también dice que la belleza se encuentra en lo simple y no en lo que más brilla o lo que más ruido hace.

Y esto lo noto en la forma de vestirse en Japón: usan colores o muy oscuros o muy claros. Siempre de manera simple y sofisticada sin rayar en la extravagancia de Occidente.

Después de comer, salimos de la taverna con la barriga no tan llena (los Japoneses evitan estar totalmente satisfechos cuando comen), el corazón contento, y muchas ideas que reflexionar. 

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