Una visita a IKEA

Después de mudarnos a nuestro flamante nuevo piso en el corazón del barrio de Ixelles en Bruselas, empezamos a notar que nos faltaban algunas cosas para hacer de la sala algo más acogedora.

Para resolverlo dimos con la solución más lógica para una pareja que no le importa mucho el diseño ni buscar por todas partes algo que solamente será parte de la decoración: decidimos ir a IKEA, la tienda más rara del mundo. 

Para comenzar, IKEA normalmente se encuentra en las afueras de las ciudades, nunca la vas a encontrar de manera accesible. 

Entiendo que por su tamaño requiere un aparcamiento grande, pero desde ahí empieza a ser abrumador.

Llegamos alrededor de la 1 de la tarde, y tomamos la decisión de comer en el restaurante antes de sumergirnos en el mundo de los colchones. 

Nos formamos y pedimos las clásicas albóndigas ‘con mermelada de fresa’. ¿A quién se le ocurrió ponerle mermelada a la carne?

Acto seguido, entramos al laberinto que es la zona de muestra. Pasamos por la ropa de cama, colchones, zona de cocina, y en algún momento estábamos en la parte del jardín. 

Para ese momento yo ya tenía dolor de cabeza y lo que quería era salir a tomar aire. 

El problema es que IKEA hace todo lo posible para no dejarte salir por qué todo es un laberinto. No se si es algo creado por el equipo de ventas o marketing para hacerte comprar más o simplemente la tienda es así. 

Fuimos a ver un mapa, diseñado para ser confuso ya que creo que terminamos en otra parte de la tienda que seguía estando lejos de la salida.

Finalmente, pudimos llegar a la caja, pagar nuestras cosas e ir a la zona en donde pides que te lleven muebles grandes a tu casa.

Cuando hicimos la solicitud, para nuestra sorpresa nos dijeron: ‘tienen que estar en una hora en su casa para recibir las cosas’.

Así que salimos apresurados a tomar el tranvía y llegar a tiempo a nuestra casa.

Una odisea en la tienda más rara del mundo.

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