Como les había contado, gracias a un fallo técnico me quedé sin internet un par de semanas.
Lo que en un principio parecía un gran problema, poco a poco se fue diluyendo hasta convertirse en una bendición.
Los sentidos se van volviendo más agudos y dejan de estar en el eterno letargo en los que la tecnología nos ahoga.
Cuando llevamos una ventana al mundo en el bolsillo, es muy difícil resistirse a sacar el teléfono y ver lo que pasa en el mundo para no sentir que nos quedamos fuera.
Es impactante ver la cantidad de personas que están en el teléfono incluso cuando van andando por la calle.
¿Y si el problema del siglo XXI es la hiperconectividad?
¿Cómo era el mundo de antes? ¿en realidad era mejor como los nostálgicos aluden o simplemente nos gusta decir que todo en el pasado era mejor?
Después de terminar mi experimento de dos semanas -mi nueva empresa solucionó el problema de mi teléfono- voy a quedarme con varias lecciones aprendidas:
Whatssapp se queda escondido en algún rincón del teléfono.
Las noticias igual.
Y todo lo que me permita estar más presente o poder reflexionar, será lo que tendré más visible.
Hasta aquí mi reporte, Joaquín.

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